viernes, 26 de octubre de 2012

Medicos del cielo, angeles y otros amigos (III)

Pero antes de hablar más sobre las particularidades de nuestros amigos los médicos del cielo, me gustaría contaros alguna experiencia que sucedió de forma previa al curso que ya os comenté en la entrada anterior.
Todas ellas sucedieron en mi piso, que no tiene nada de especial más allá de que es antiguo, pequeño y hace esquina. Pero desde que lo ví por primera vez, tuve la sensación de que tenía algo especial.
Y en verdad, alguna de las cosas que allí me pasaron merecieron la pena...
Pues bien, ya os he comentado que la persona que me ha inducido e introducido (al principio yo siempre me muestro reacio, pero acabo yendo) en muchas de estas vivencias es mi mujer. Se trata de una persona muy especial, con un carácter maravilloso y pleno de bondad y buenos valores. Conocerla es enamorarse, y eso me pasó a mi. Y de rebote, ambos hemos tenido la oportunidad de descubrir juntos cosas que nunca hubiera imaginado.
Su interés por las terapias energéticas, entre otras muchas cuestiones, le condujo a realizar un curso de Reiki. El día su iniciación, después de toda la jornada fuera de casa, llegó muy cansada y con un dolor de cabeza muy fuerte. Yo no tengo nada de idea sobre el tema, pero es cierto que había visto en ocasiones a otras personas cómo ponían las manos entre la nuca y la frente para aliviar el dolor. Así que, tras entrar en el piso y cerrar la puerta, dejamos las cosas en el suelo y le puse las manos en esa posición para intentar aliviarla.
Es muy probable que, debido a que ese mismo día había sido iniciada, parte de la energía que albergaba o de los símbolos con que trabaja este canal, reaccionaran frente a mi energía. No puedo explicarlo debido a mi desconocimiento del tema. Pero el caso es que sentí como si un rayo me atravesara desde la palma de la mano derecha, recorrriese todo el brazo, pasara por el pecho atravesando el corazón y nuevamente saliera por el otro brazo y quedase en la palma izquierda el rastro de calor.
Para mí fue muy intenso a pesar de la brevedad del momento, apenas un instante, y sentí un fuerte dolor en el pecho, especialmente entre los pulmones. Al tiempo que todo este dolor físico me atenazaba, pude visualizar un gran árbol dorado que brillaba proyectando una gran luz. Sus frondosas ramas se extendían hacia el cielo, su tronco permanecía erguido, robusto, y sus raíces se aferraban al suelo, a la tierra.
¿Sería el árbol de la vida?
Un grito mío por el dolor en el pecho fue acompañado de un salto hacia atrás.
Mi mujer también se asustó porque abrió los ojos, me miró y no podía verme.
Sus gafas se habían empañado completamente, sin que podamos explicar qué sucedió realmente en aquel instante.

jueves, 25 de octubre de 2012

Medicos del cielo, angeles y otros amigos (II)

Esa sensación de que estás acompañado resulta muy inspiradora.
Saber que en otros campos o planos de consciencia suceden cosas a las que uno no está preparado para hacer frente le pone los pelos de punta al más pintado. Salvo que uno decida no cuestionarlas y aceptar que las experiencias pasadas y presentes son un regalo maravilloso. En ese momento preciso se produce un cambio que provoca la llegada de más y más mensajes, de imágenes, de contactos...
Al menos eso es lo que me ha pasado a mí.
Sigo contando.
Estábamos con las primeras sesiones de meditación y unas sanaciones con médicos del cielo.
Ciertamente, aquello resultaba para cualquier profano en la materia un poco extraño.
Se trata de seres de luz que trabajan en un plano distinto al de los ángeles, circunstancia que nos advierte de que, evidentemente, hay varios niveles de energía (sobre ese tema dedicaré unas líneas más adelante). Su vocación de servicio les conduce a trabajar con los seres humanos para ayudarnos a elevar nuestro nivel de consciencia y nuestra vibración, trabajando con fuerzas muy sutiles y auxiliados por máquinas especiales.
 Como su nombre indica, no son terrícolas, aunque no coinciden para nada con la visión que podríamos tener de E.T. Son seres de luz, armónicos, que aparecen con formas y aspectos acordes con su elevado nivel de vibración: hombres y mujeres bien parecidos, ataviados con distintas vestimentas relacionadas con su especialización o con su rango. De hecho, hay seres de distintas procedencias, agrupados en distintas naves, y cuya misión parece determinar la predisposición hacia cierto tipo de trabajos.
Yo prácticamente no había oído nada de ellos antes de acudir a mi primera sesión de trabajo. De hecho, no sabía más que lo poco que me había contado mi mujer. Sin embargo, entre los asistentes sí había personas que conocían este tipo de experiencias y habían realizado contactos bastante sorprendentes.
La sesión comenzó con una relajación, inducida por una suave música y las orientaciones de la persona que dirigía el trabajo. Una vez se consideró oportuno, cada uno de nosotros se tumbó y permaneció relajado hasta que se indicó el final del trabajo. En nuestras inmediaciones, cada uno tenía papel, lápiz y una botella de agua donde se apuntaron nuestros deseos, necesidades o solicitudes.
Esto último fue lo que más me llamó la atención. Al parecer, en el agua quedaban fijadas las vibraciones de nuestros terapeutas estelares y los ajustes que nos habían realizado se reforzaban con el consumo de dicho líquido. Además, existía la posibilidad de mantener las propiedades de forma ilimitada añadiendo agua a la botella y mezclándola con la que había sido tratada antes de que se acabase...
Esta primera sesión condujo a otra, la curiosidad por conocer más nos llevó a un curso específico sobre la materia y así conocimos a Aura Kupper.
Y ahí sí que puedo decir que comenzaron a pasar cosas interesantes...

lunes, 22 de octubre de 2012

Medicos del cielo, angeles y otros amigos

Desde ese momento, en algun recóndito lugar de mi organismo sucedió algo.
Un cambio inexplicable e imperceptible, pero que ha hecho que mi forma de entender y percibir haya cambiado completamente.
El primer encuentro con mis guías y con los médicos del cielo dio paso a otras experiencias, más personales que la del centro y que tuvieron como escenario mi propia casa.
La primera de ellas sucedió una noche de primavera.
Estaba solo en la cama, la casa estaba en silencio y nada se movía en la calle. Mi cama de 150x190 cm estaba situada entre la ventana y la puerta del dormitorio. Un armario con puertas de espejo situado delante de mi reflejaba los destellos nocturnos. La luz del exterior inundaba la estancia a través de los visillos de la ventana, dejando un color anaranjado sobre las paredes blancas de mi habitación. La puerta estaba abierta al salón y allí, una ventana entreabierta dejaba pasar una ligera brisa que movía de forma muy tenue las cortinas.
Debían ser como las tres de la madrugada, pues hacía un par de horas que me había acostado. A pesar de madrugar bastante, mi actividad cotidiana solía prolongarse más allá de la medianoche. Por eso, el sueño no tardaba en apoderarse de mí y acudía de forma intensa y prolongada hasta que el despertador anunciaba la temida hora de levantarse.
Sorprendido y asustado, nuevamente experimenté la ya conocida sensación de presión en el pecho, tan intensa que me hizo despertarme o, al menos, salir de mi estado de relajación.
Me incorporé como pude porque sentí una presencia dentro de la habitación. Efectivamente. Allí, junto a los pies de la cama, permanecía inmóvil uno de los ya conocidos "cuerpos de luz".
Más sereno que en anteriores ocasiones, procuré mantener el tipo y observar qué sucedía si no hacía nada.
En esta reflexión me encontraba inmerso cuando, de improvisto, noté sobre mi piel la presión de unas manos que cogían mis tobillos. Mis pulsaciones se elevaron tan deprisa como sucedió el resto de la historia: una vez atrapado por las piernas, la forma luminosa me arrastró sobre la cama hacia el extremo más cercano a la ventana.  Yo estaba ladeado en el colchón, con la espalda hacia la ventana, por lo que primero tuvo que ponerme boca arriba y luego me arrastró. Por un momento pensé que pretendía sacarme por la ventana...
Pero se detuvo cuando mis pies sobresalían por el ángulo opuesto del colchón.
Fue todo tan intenso que, una que se desvaneció aquel ser y la amenaza que representaba para mí, volví a un estado de sueño muy profundo.
Sin embargo, a la mañana siguiente permanecía tumbado aún en la misma posición en la que yo recordaba que me había dejado mi visitante nocturno.

domingo, 21 de octubre de 2012

Nuevas etapas

Sentirse bien ayuda a que la vida cambie.
A que todo gire en el sentido que uno necesita.
A que la pelota oscile sobre la canasta y finalmente entre.
Las cosas dejan de afectarnos con tanta intensidad y cada día sonreímos con las novedades, en lugar de enfadarnos con cualquier contratiempo.
Tal vez ese fuera uno de los desencadenantes de que volviese a experimentar nuevos encuentros.
Los cambios en mi vida se habían ido produciendo hasta alcanzar una estabilidad que me hacía sentir feliz, y esa nueva energía y la vibración del amor despertaron lo que había mantenido durante tanto tiempo oculto en un rincón de mi memoria.
Pero el caso es que no sucedió de improviso, la reconexión con todo un mundo de nuevas experiencias se produjo al tiempo que compartía las inquietudes de mi mujer. Para ella sí que resultaba atrayente aprender, conocer de primera mano terapias, acudir a cursos o leer páginas de internet con información sobre comunicados y otras cuestiones esotéricas.
Yo siempre he sido una persona volcada con mi profesión, bastante práctica, así que leer o investigar sobre otros temas distintos me parecía una pérdida de tiempo o dinero.
Quizás el recelo a encontrar algo que me hiciese recordar o contactar con las energías que habían despertado las vivencias pasadas me tiraba un poco para atrás. Sin embargo, las lecturas de mi juventud sobre religiones antiguas y la historia me incitaban a conocer un poco más sobre cuestiones que han preocupado a todos los seres humanos independientemente del tiempo o el lugar.
Curiosidad.
Inquietud.
Todos, llegado un punto de nuestra vida, comenzamos a preguntarnos cosas.
Cuestiones que antes no nos habíamos planteado, sobre la muerte, la reencarnación y muchas otras preguntas que la religión que nos han enseñado muestra con lagunas.
Así que decidí que no pasaba nada por empezar a conocer formas de entender la realidad distintas, las bases filosóficas de otras formas de pensar, la experiencia de otras personas.
Acudí a varios centros y realizamos juntos nuestras primeras meditaciones.
Al principio no experimentaba nada. El estrés de mi vida seguía pesando más que mi libertad. Aún me planteaba qué hacía allí. Hasta que decidí aprovechar realmente aquella oportunidad que había llegado a mí sin quererlo.
Me relajé y dejé que mi mente se fuera apaciguando.
Cada nueva meditación me proporcionaba experiencias distintas, era capaz de visualizar imágenes muy hermosas, casi poéticas, que conectaban con mi sensibilidad artística y mis inquietudes.
Por eso acudí sin pensar a una terapia o sanación con seres de luz al proponérmelo mi pareja. Solía acompañarla en algunas ocasiones, no siempre, pero en aquél caso, ella insistió en que era algo especial y quería que estuviese con ella.
"Médicos del cielo", así se llamaba el taller.
Era una meditación guiada, donde el trabajo lo realizaban seres bondadosos que comunicaban con la persona que guiaba la experiencia y le proporcionaban mensajes personalizados para cada uno. En una botella de agua personalizada se fijaba la vibración necesaria para cada uno de nosotros. Los "pacientes" podíamos percibir imágenes o recibir algunas informaciones durante la meditación, por lo que debíamos tener lápiz y papel para anotarlo.
Yo pude conocer el nombre de dos de mis guías, aunque no tuve un comunicado específico, al contrario que el resto, que sí recibieron indicaciones específicas para sus preguntas o problemas.
Pero aquello no acabó con la meditación que realizamos un viernes por la tarde...

sábado, 20 de octubre de 2012

Primeros encuentros (II)

Nada parece lo que es hasta que le sucede a uno mismo.
Desde la primera de las experiencias, en la familia parecía que algo había cambiado.
Especialmente porque mi revelación desembocó en que mis padres nos contaran las vivencias que habían mantenido en secreto durante mucho tiempo.
Al parecer, mi madre poseía una sensibilidad especial hacia las energías, pero nunca ha desarrollado sus capacidades. Se lo indicaron algunas personas a las acudió buscando consejo. Le dijeron que seguramente debía ayudar a sanar, que podría servir a mucha gente proporcionando alivio a sus dolencias.
Entre las cosas que nos contaron a modo de anécdota, relataron que, al poco tiempo de casarse, un gran cuadro que colgaba sobre su cama se descolgó sin que se produjera la rotura de los clavos y cayó sobre el cabecero. Todos sucedió de forma repentina en mitad de la noche, mientras dormían y no pudieron explicarse cómo el cuadro había salido de los anclajes...
El relato de las vivencias experimentadas en los últimos meses, aquella misma mañana, tras narrar yo lo que me había pasado, nos sobrecogió a todos.
Al parecer, mi madre también "recibía" de forma habitual visitas de seres, que habían ido aumentando su "agresividad". De hecho, poco tiempo después, desplazaron físicamente a mi madre de la cama, como si la cogieran por los brazos y las piernas, y la dejaron en el suelo en idéntica posición que ocupaba sobre la cama. Mi padre, atónito, comtempló la escena sin entender muy bien qué había pasado.
Desde ese momento, el "mosqueo" se hizo general.
Intentábamos no hablar de estas cuestiones, porque estábamos algo asustados y sensibles a cuestiones paranormales. Aquello se convirtió en un tabú familiar, porque mi padre prefirió zanjar el tema.
Poco tiempo después volvía a experimentar una vivencia similar en la casa de la playa, con idénticos personajes como protagonistas y las mismas sensaciones.
De nuevo, volví a sentir una fuerte presión y un desvanecimiento, que dió paso a un sueño muy profundo.
En nuestra vivienda habitual compartíamos un dormitorio muy grande los tres hermanos y ninguno había experimentado nada similar, por lo que me sentía bastante más seguro. Sin embargo, ese mismo invierno, recibí una nueva visita...
Se trataba nuevamente de los dos seres, que se presentaban como cuerpos de luz. En este caso el pánico fue más intenso porque pude percibir que se aproximaba el episodio con más anterioridad. La presión fue muy intensa y se mantuvo mucho tiempo antes de visualizar las formas de luz. Yo permanecía paralizado y viendo todo lo que sucedía como a cámara lenta.
Probablemente no fueron muchos segundos, pero a mí me pareció una eternidad.
La habitación donde dormíamos daba a un largo pasillo, que se iluminó perfectamente a su paso cuando se aproximaron hacia mi. La puerta estaba abierta y mi cama se encontraba al fondo de la estancia. Las cabeceras estaban apoyadas contra la pared, dejando zonas de paso a los pies y en los lados.  Los seres recorrieron el espacio que mediaba entre la puerta y yo pasando junto a las camas donde dormían mis hermanos.
Mi cabeza latía al ritmo de mi corazón, que estaba a punto de salirse del pecho. No hacía más que rezar mentalmente, aunque los seres no se detuvieron hasta llegar donde yo me encontraba.No podía hacer absolutamente nada, ni siquiera cerrar los ojos. Aquella luz intensa, blanca, que amarilleaba un poco al alejarse de las formas, me cegaba. Finalmente me desvanecí y sentí cómo la presión se alejaba.
Nadie en la casa percibió nada aquella noche.
Nadie, excepto yo, que comencé a barajar algunas hipótesis respecto a mi salud mental...
Sin embargo, desde aquella visita las cosas cambiaron.
No volví a experimentar nada igual en los años siguientes.
Me trasladé y viví en otros lugares.
Mi actividad profesional me mantuvo quizás bastante ocupado y preferí no recordar nada de aquello.
Hasta que conocí a la persona que hoy es mi compañera.
En ese momento, algo se volvió a conectar.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Primeros encuentros

La verdad, uno se plantea en contadas ocasiones qué haría si le sucediera una experiencia fuera de lo normal. El desarrollo de la escena aparece perfectamente controlado en nuestra mente, aunque sepamos que, llegado el momento decisivo, el pánico haría mella en nosotros y no podríamos más que asistir como espectadores involuntarios... Y estoy convencido de que únicamente un bajo porcentaje de la población mundial desea que sucedan este tipo de cosas en su presencia, fundamentalmente por el miedo a lo desconocido y por el abuso de ficciones sobre los casos más truculentos...
La primera vez que algo extraño me sucedió, las miradas de incredulidad de mis familiares al contarles lo sucedido fueron dignas de quedar retratadas. Evidentemente, no esperé a que pasara del mediodía el bombazo informativo, y mientras desayunaban padres y hermanos, relaté sin pausa lo que me había sucedido la noche anterior.
Mis padres y hermanos dormían en la planta superior de la casa, quedando reservada para mi una habitación de reducidas dimensiones en la planta baja. En ella había una litera con dos camas, por si venía alguna visita, un pequeño escritorio y varias baldas para mis libros. El techo del dormitorio es bastante alto debido a la configuración del tejado, por lo que las camas quedaban perfectamente integradas. Yo siempre utilizaba la cama superior porque me gustaba ver las luces de la calle reflejadas en el techo.
Aquella noche, como todas las anteriores, dejé entornada la puerta de la habitación antes de subir a la litera. Las luces de la calle eran tenues y no había prácticamente ningún ruido. En ocasiones el viento agitaba las ramas de un gran pino situado delante de la casa, o hacía crujir la persiana que cubría mi ventana. Pero esa noche la calma era total y nada hacía presagiar el gran sobresalto que iba a experimentar en unas horas.
Pensando en mis cosas, logré conciliar el sueño al poco de acostarme.
Todo era normal hasta que comencé a sentir una gran presión sobre el pecho que me hizo despertar. Quedé totalmente paralizado al abrir los ojos, con total incapacidad para formular palabra alguna, pero consciente de lo que estaba sucediendo. En un primer momento pensé que podía ser el inicio de un ataque de corazón o algo así, pero de forma instantánea supe que no tenía que ver con cuestiones físicas.
En unos segundos de pánico total, pude ver claramente cómo se abría la puerta de la habitación lentamente y una gran luz comenzaba a inundar la estancia.
En ese momento, dos cuerpos de luz, uno de mayor estatura que otro, cruzaron el umbral de la puerta.
Desde mi posición elevada pude apreciar que la zona correspondiente a la cabeza era la que más luz mostraba, mientras que lo que debían ser la piernas, estaban prácticamente desdibujadas. No se podía apreciar ningún rasgo correspondiente al rostro ni se diferenciaban las extremidades, por eso los llamo cuerpos de luz.
Pues bien, tras pasar al interior de la estancia, aquellas formas luminosas comenzaron a tomar altura hacia mi posición. Yo no podía hacer otra cosa más que rezar y finalmente me desvanecí. Desconozco el tiempo que pasó, pero noté cómo la presión se desvanecía lentamente y retorné a una fase de sueño profundo.
Por la mañana, la puerta del cuarto estaba totalmente abierta.
Al levantarme, mis padres y hermanos ya estaban desayunando.
-¿Me habéis abierto la puerta alguno de vosotros?- pregunté nada más salir de la habitación.
-No- todos coincidieron en la respuesta.-¿Por qué lo dices?
En ese momento les conté los acontecimientos nocturnos y a mi padre se le cayeron las galletas dentro de la taza del café con leche. Mi madre me miró en silencio y mis hermanos callaron también.

lunes, 15 de octubre de 2012

Como empezo todo

En ocasiones, uno llega a este punto del camino sin que haya sucedido algun suceso "especial" que cambie nuestra forma de entender lo que pasa a nuestro alrededor. Conozco muchas personas que han sentido la necesidad de encontrar "algo más" que explique ciertas sensaciones o dudas existenciales. En mi caso, todos los acontecimientos "extraños" que se han producido en mi vida desde el año 1998 han supuesto un cambio de actitud hacia temas espirituales y cuestiones paranormales.
Lo cierto es que, antes de que yo mismo fuese parte de las experiencias, desconfiaba bastante de algunos testimonios (e incluso ahora, sigo desconfiando de muchas cosas que leo o me cuentan, porque no todo vale...).
Fui un niño feliz, en una familia normal y sin problemas afectivos. Como muchos niños, sufrí algunos episodios de terrores nocturnos entre los tres y los seis años, que yo no consigo recordar del todo, aunque mis padres dicen que gritaba "que venían a por mi".
Mi adolescencia fue también absolutamente normal, sin conflictos ni problemas de ningun tipo. Un chico sano, deportista y estudioso.
Comencé los estudios universitarios en 1997, y en octubre de 1998 sufrí un accidente de tráfico que me dejó escasas secuelas, pero quedé desvanecido durante varios períodos. Un compañero logró salvarme la vida, evitando que me asfixiara con mi propia lengua, tras perder el conocimiento y convulsionar...
No recuerdo prácticamente nada de lo que sucedió entre el golpe y el alta médica. Mi recuperación fue de algo más de un mes de reposo total,  aunque del grave esguince cervical conservo un recuerdo cada vez que cambia el tiempo.
A partir de ese momento comenzaron a suceder cosas que alteraron mi percepción del más allá y para las que he buscado explicación. Como he podido comprobar, hay muchas personas capaces de percibir desde su nacimiento, aunque para ello es necesario ser consciente y no evitarlo.
Simplemente, las cosas suceden.

domingo, 14 de octubre de 2012

Primer impulso

Desde que nacemos, todo lo que nos rodea resulta confuso.
Nuestros ojos deben adaptarse lentamente a la realidad que envuelve y atrapa nuestra existencia. Descubrimos de nuevo todas las sensaciones y tomamos, en algunos casos, conciencia de nuestra ignorancia. 
Y poco a poco comprendemos que debemos aprenderlo todo de nuevo.
Porque desde que decidimos volver a empezar en este plano, nada de lo que sabíamos sirve.
Y una vez que descubrimos nuestras limitaciones, ansiamos explorar nuevos horizontes.
Ese primer impulso me espoleó para iniciar una búsqueda hace años, tal vez la más complicada de las que he realizado: saber todo lo que no me han querido enseñar antes.
Con este propósito iniciamos hoy el camino que nos llevará a conocernos a vosotros y a mi un poco más. Un primer paso en el trayecto que, desde la luz, nos conduce de nuevo a enfrentarnos con todo aquello que quedó pendiente.
Una revisión de esquemas, propósitos y enseñanzas.
Porque todos necesitamos un maestro que nos acompañe y nos guíe hasta que seamos capaces de decidir por nosotros mismos, sin atender a los convencionalismos, a los esquemas, a los prejuicios y al desconocimiento.
Viajaremos por el camino más cercano y más desconocido: el que nos reconcilia con nosotros mismos y con el principio creador.
Despertad conmigo.
Os invito a caminar.
Bienvenidos.