lunes, 22 de octubre de 2012

Medicos del cielo, angeles y otros amigos

Desde ese momento, en algun recóndito lugar de mi organismo sucedió algo.
Un cambio inexplicable e imperceptible, pero que ha hecho que mi forma de entender y percibir haya cambiado completamente.
El primer encuentro con mis guías y con los médicos del cielo dio paso a otras experiencias, más personales que la del centro y que tuvieron como escenario mi propia casa.
La primera de ellas sucedió una noche de primavera.
Estaba solo en la cama, la casa estaba en silencio y nada se movía en la calle. Mi cama de 150x190 cm estaba situada entre la ventana y la puerta del dormitorio. Un armario con puertas de espejo situado delante de mi reflejaba los destellos nocturnos. La luz del exterior inundaba la estancia a través de los visillos de la ventana, dejando un color anaranjado sobre las paredes blancas de mi habitación. La puerta estaba abierta al salón y allí, una ventana entreabierta dejaba pasar una ligera brisa que movía de forma muy tenue las cortinas.
Debían ser como las tres de la madrugada, pues hacía un par de horas que me había acostado. A pesar de madrugar bastante, mi actividad cotidiana solía prolongarse más allá de la medianoche. Por eso, el sueño no tardaba en apoderarse de mí y acudía de forma intensa y prolongada hasta que el despertador anunciaba la temida hora de levantarse.
Sorprendido y asustado, nuevamente experimenté la ya conocida sensación de presión en el pecho, tan intensa que me hizo despertarme o, al menos, salir de mi estado de relajación.
Me incorporé como pude porque sentí una presencia dentro de la habitación. Efectivamente. Allí, junto a los pies de la cama, permanecía inmóvil uno de los ya conocidos "cuerpos de luz".
Más sereno que en anteriores ocasiones, procuré mantener el tipo y observar qué sucedía si no hacía nada.
En esta reflexión me encontraba inmerso cuando, de improvisto, noté sobre mi piel la presión de unas manos que cogían mis tobillos. Mis pulsaciones se elevaron tan deprisa como sucedió el resto de la historia: una vez atrapado por las piernas, la forma luminosa me arrastró sobre la cama hacia el extremo más cercano a la ventana.  Yo estaba ladeado en el colchón, con la espalda hacia la ventana, por lo que primero tuvo que ponerme boca arriba y luego me arrastró. Por un momento pensé que pretendía sacarme por la ventana...
Pero se detuvo cuando mis pies sobresalían por el ángulo opuesto del colchón.
Fue todo tan intenso que, una que se desvaneció aquel ser y la amenaza que representaba para mí, volví a un estado de sueño muy profundo.
Sin embargo, a la mañana siguiente permanecía tumbado aún en la misma posición en la que yo recordaba que me había dejado mi visitante nocturno.

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